¿CÓMO FUE PARA USTED? INFORMES SOBRE LA EXPERIENCIA DE SER UN MAESTRO.

June 19, 2015   |   Leave a reply

Acabo de terminar de enseñar en dos retiros en el Centro de Retiros Dechen Choling en Francia, El “Retiro Corazón Abierto” seguido por “Creatividad sin miedo: Un Retiro de Meditación y Escritura”. En el último día del último programa, un estudiante amablemente preguntó qué sentía yo cuando terminaba un retiro. Nuestro grupo estaba sentado a la mesa del desayuno en el edificio principal, un Castillo que data de más de cien años. La tierra estaba en plena floración de Junio y el único sonido era el canto de los pájaros. Estábamos tan lejos de nuestras vidas cotidianas, ya sea en Nueva York, Londres, Ámsterdam, o ahí al final del camino en el pueblo y yo podía sentir el esplendor del retiro por todas partes. Hubo expresiones de agradecimiento por lo que habíamos experimentado y también tristeza por dejar el lugar y a los demás. El retiro de escritura era bastante pequeño: sólo ocho de nosotros, lo que hizo aún más palpable la conexión entre nosotros: éramos siete mujeres y un hombre quien, en su pieza de escritura de cierre, se refirió al temible poder de entrar a la sala del retiro para encontrar “siete brujas”. Nos reímos a carcajadas encantadas.

“Magia de retiro” se refiere a la sensación que uno logra luego de días y días de aquietar la mente y de volverse hacia adentro. Está lejos del sueño, no es algo particularmente “relajante”, en lugar de eso, es vivificante, una manera de volver a ser. Igual que en el nacimiento, el proceso comienza con malestar y termina, con suerte, en los brazos del amor (el propio). A medida que la mente se aquieta a través de la meditación y, en nuestro caso, por pasar mucho tiempo escribiendo, asume una relación diferente con el tiempo. Cada día parece no tener fin y cuando el horario del retiro se sigue cuidadosamente, uno es simplemente transportado a reinos más profundos, yo digo “simplemente” pero no me refiero a que esto es fácil, quiero decir que esto es directo.

Como su maestra, veo que el proceso está ocurriendo por los cambios en las caras de mis alumnos. Las cejas se relajan. Los ojos se suavizan. El color retorna a las mejillas y los labios no están fruncidos. Un aire general de vigilia relajada reemplaza la vigilancia confusa con la que todos entramos. También sé que sucede por lo que dicen. “Me había olvidado quién era yo”. “Recordé cómo encontrar la alegría”. “Experimento gratitud por mi vida”. Con cada hora que pasa, el tiempo corre aún más lento y el esplendor se profundiza. Es maravilloso y un poco surrealista.

No me malinterpreten, también hay momentos, horas, días, incluso, de tristeza, remordimiento, o gran malestar cuando cada alumno evoca heridas olvidadas o resistidas. Pero de alguna manera –y esta es la parte mágica- el ambiente del retiro acelera la realización. Están bailando con un proceso y es la danza misma la que brinda confianza, no cualquier resolución particular.

Mi trabajo es crear el espacio donde todo esto se pueda desarrollar. Yo hago el horario, establezco un tono, mantengo el espacio de disciplina y amabilidad y, luego, lo más importante, doy un paso hacia atrás mientras al mismo tiempo doy un paso profundo hacia adentro. Mi tarea más importante es responder a cada momento y a cada alumno dentro de mi propio corazón. Mi trabajo es escuchar cuidadosamente (en sí mismo un delicado arte de dar un paso adelante y uno atrás al mismo tiempo), conectar con lo que siento, mezclarlo con lo que ellos han dicho y en la cualidad de su presencia para ofrecer algo útil. Para hacer esto, mi corazón cabalga sobre vientos impredecibles y por lo tanto el estado primordial de enseñar bien es la vulnerabilidad con los alumnos de uno y con uno mismo. Es en gran medida una disciplina.

En todo el proceso, no tengo con quien hablar. (Si hay algunos maestros leyendo esto, estoy segura que comprenden por qué digo esto y cómo se siente). Esta soledad crea un interesante crisol, uno que requiere mayor disciplina tanto para mantenerlo como para mezclarlo en el ambiente correctamente. Eso –lo que estoy sintiendo acerca de mí misma, de ellos y del trabajo- no puede ser mantenido separado del trabajo porque es el canal para la conexión, sin embargo es casi siempre un desastre tratar de traerlo directamente haciendo referencia o explicándolo.

Cuando enseñé estos dos mismos programas en Dechen Choling el año pasado, me enteré mientras iba en el tren de Paris a Limoges que mi cuñada se había suicidado. Yo era un desastre, completamente confundida. Mi plan inicial era volver y volar a casa pero por una variedad de razones, me quedé. Si hubiera dicho algo acerca de esto a mis alumnos, se hubiera establecido el tono equivocado. Sin embargo, era imposible para mí dejarlo de lado. Entre nuestras sesiones, estaba en Skype con mi hermano, su hijo, mi madre, mi hermana, mi esposo, tratando de estar conectada y estar ahí de la manera que pudiera para ellos y también para mí misma, para comenzar de alguna manera a procesar este horrible evento. En las sesiones del retiro, supongo que traté de apoyarme en mi dolorido y abierto corazón para beneficio de los alumnos y para sanarme a mí misma. Mucho de eso está borroso.

Este año, no hubo ninguna tragedia semejante, gracias a dios. Sin embargo, en el momento en que entre en mi habitación (la misma donde me había quedado el año pasado), todo vino corriendo detrás, todo el llanto y el enojo, las conversaciones tristes con mi sobrino y hermano, las palabras de fortaleza y coraje de mi madre, hermana y esposo y todos los extraños informes sobre los detalles y las decisiones que se tomaron. También, era unos días antes del segundo aniversario de la muerte de mi padre y yo estaba llena de tristeza. Había traído una foto de él para crear un pequeño altar en mi cuarto para practicar por él y con él, en honor a él y a nuestra relación. Era marzo y el aire era frio. Afuera de la ventana detrás de mi pequeño altar, el amanecer se mezclaba con la niebla. Fantasmal, fantasmal por donde quiera que mirara. Mi recuerdo principal es el de mirar su foto y sollozar. Quizás no sea la práctica más útil pero era la única que parecía ser capaz de hacer.

Este año, los programas parecían ir bien, aunque, realmente, el maestro es la última persona en saber con certeza. (Otros maestros:¿ no es cierto?!) Sin embargo, sentí que había hecho mi trabajo. Tuve muchas conversaciones íntimas en una atmósfera de amor. Vi que los estudiantes entraron en el proceso con todo el corazón y, al menos según aquellos que me hablaron, se beneficiaron. Me dijeron muchas cosas amables y vi mucho amor en la mirada de las personas hacia mí.

La verdad es que todo este amor me confundió.

Por un lado, la parte principal, es maravilloso. ¿Quién no desea escuchar palabras de agradecimiento y, más allá de escucharlas, ver y sentirlas en tan queridos y hermosos rostros? Por el otro lado, me atrapa en cambiar mi punto de vista de toda la vida de mi misma como alguien a quien es imposible amar.

En mi vida, he tenido la experiencia de escuchar que yo era amada pero no sentirlo particularmente. Se me habló más de lo que se me demostraba. No estoy segura cómo o cuando colocarlo en el ambiente interno. ¿Es cierto? ¿Es de verdad acerca de mí? Lo escucho como algo sentido por la persona que ama pero que tiene poco o nada que ver con el objeto hacia el que se profesa ese amor, en este caso, hacia mí. Cuanto más amor se expresa, más confuso es, y más separada me siento de toda la experiencia. En lugar de sentirme cerca de la persona, me siento distante y se re-despierta un gran cisma. Es una especie de trauma. Mi reacción instintiva a una expresión de amor es robarla como si arrebatara una galletita de la mesa antes que se enfríe y la metiera en mi boca mientras me quema la lengua. Me siento mucho más cómoda ocultándome del amor. Me siento tan a gusto en el supuesto de que en realidad nadie me va a ver y que, si lo hacen, me van a malinterpretar de tal manera que mi soledad permanecerá protegida.

También, igual que para todos, al final de un retiro mis emociones son crudas y mis reacciones difíciles de predecir. En un punto en el primer programa (el Retiro Corazón Abierto), un participante expresó gran disgusto por uno de los ejercicios que yo había pedido hacer a todos. Dijo que lo odiaba y que incluso me odiaba un poco a mí por pedirlo. En lugar de decir todo esto desde su asiento, se paró en frente de la habitación (unas 30 personas) para expresarse. De verdad yo sabía que no tenía mala intención hacia mí y que estaba expresando lo que el ejercicio hizo aflorar en él. Reconoció plenamente que el enojo era su respuesta predeterminada problemática al malestar emocional. Aun así, fue un momento un poco impactante. ¿Odiaba lo que yo le había pedido? ¿Incluso me odiaba un poco? Hubo un silencio y luego otros hablaron para expresar que habían encontrado valioso el ejercicio o para asegurarle que debería sentirse cómodo expresando lo que sentía y que era apreciado por correr el riesgo. Estuve de acuerdo! Sin embargo, me desmoronaba por dentro. Sus palabras me hirieron y podía sentir oleadas de vergüenza empezando a agitarse. Oí una cacofonía de voces dentro, corriendo a mi defensa. Polemizando con el. Echándolo. Buscando categorizarlo como temeroso y estrecho de mente mientras en el mismo exacto momento veía que esto era 100% verdad sobre mí. Tenía miedo y mi mente se estaba alejando de él y de la habitación. Quería llorar.

Afortunadamente, la pausa para el almuerzo vino poco después y llegué a mi cuarto antes de estallar en lágrimas. Lloré durante mucho tiempo. Cada vez que pensé que el episodio había terminado, volvía. Yo era una mala profesora, estúpida. ¿A quién quería engañar? Me sentía débil y pequeña. Todo por lo que estaba triste en toda mi vida comenzó a apilarse. Mi padre murió. Extraño a mi esposo. No he conseguido mis objetivos en la vida. No me gusta la comida aquí. Quiero una taza de té decente, es eso mucho pedir, carajo. Nadie piensa en mí. Mi ensimismamiento no tiene fin y nunca me voy a iluminar. Y seguía y seguía. Hasta que me detuve. Fue una demostración bastante desordenada y lo odié y lo disfruté en igual medida.

Por eso, en la última mañana cuando este alumno particular (y encantador) me preguntó cómo me sentía, todo esto afloró en un revoltijo junto con el conocimiento que responder ese tipo de pregunta es difícil. Hay una importante desigualdad entre alumno y maestro. No tiene nada que ver con superior/inferior o con iluminado/no iluminado, obviamente. No soy absolutamente nada diferente a cualquiera de ellos. Sin embargo, por varias razones (y porque me preparé para ello debido al karma y otros misterios), en este momento y para estas personas, sucede que ocupo el puesto de maestra. (Para enseñar bien, he aprendido, es importante reconocer para sí mismo continuamente este misterio y apreciarlo. Olvidarlo crea confusión, que es el opuesto de lo que se supone que hacen los maestros). Si yo intento traer alguien hacia mi experiencia, surgen los problemas. Si por alguna razón un alumno trata de entrar a mi experiencia, esto también señala un problema y debe evitarse asiduamente. Así que es extraño. Estoy aquí con ustedes y también completamente sola, quería decir.

Así es cómo se siente para mí cuando el retiro termina. No estoy segura lo que realmente dije, pero lo digo ahora.

[social_share/]

categorized in: ,

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *


We have so much to share with you

Get a new meditation from me every Monday morning

We have so much to share with you.

Get a free meditation from Susan every Monday morning